Mi reloj se paró esta mañana, se quedó sin pilas, agotado, viejo, inservible, después de tanta lucha juntos, para levantar mi empresa, que empezaba este año a obtener beneficios, era la recompensa a todo mi esfuerzo, de tanto trabajo sin mirar horarios, sacrificando el tiempo de mi familia, de mi pareja , de mis amigos, por mi gran pasión que es mi profesión.
Como tantos otros de mi generación, llevo muchos años trabajando, como voluntaria, trabajadora por cuenta ajena, directiva, autónoma y por último empresaria. He recorrido todos los cargos y realizado todas las funciones desde abajo, porque no procedo de ninguna élite, nadie nunca me ha regalado nada, mis éxitos profesionales me los he ganado por mi capacidad de lucha y esfuerzo, pero ahora siento de nuevo, que tenemos que empezar otra vez, sin juventud, sin ganas, sin motivación alguna, con un reloj parado y sin posibilidades de funcionar sin pilas. En mis talleres formativos,en competencias para la digitalización, hablaba de esta crisis a emprendedores, pymes y autónomos, pero visionaba diez años, para que todos nos preparamos en estar formados digitalmente, pero la vida a veces es caprichosa, cruel para muchos y te hace dar un giro inesperado, que te tumba con mareo incluido, por no controlar las consecuencias. Ahora así me encuentro yo , con todo el tiempo libre que anhelaba en un pasado, con mis peores augurios en mi presente, teniendo la obligación de resetearme digitalmente, con todas mis resistencias al no ser nativa digital. El reloj de los demás se pondrá en marcha, muchas empresas morirán por el COVID-19, como todos las personas vulnerables a este maldito coronavirus, mi empresa puede morir, también estoy infectada, todavía no he podido pasarle el test de prueba, para valorar mi pronóstico, pero estoy con las defensas bajas, parada, añorando mi reloj pasado, lamiéndome mis heridas, sin saber hacia dónde nos dirigimo. Todos sabemos, que la transformación digital en las empresas es nuestra vacuna, no nos queda otra, te guste o no, es lo que va a dar de comer a nuestros trabajadores, en este momento. Solo subsisten los que pueden realizar teletrabajo, las demás, este virus las matará, sin piedad, sin remordimientos, amontonándose como cadáveres en las calles, sin poder hacerles duelo alguno.
Las medicinas que el estado da a nuestras empresas, no nos va ayudar a muchas de nosotros y a las que se acojan, os aviso, ¡cuidado con los efectos secundarios! ( embargos, suicidios, divorcios…), ya lo presencié en el 2008, por las vivencias de otros empresarios/as. Os recomiendo que os dejéis de sentimentalismos, yo también lo tengo que hacer, y si tenemos que sacrificar nuestras empresas, que no nos tiemble el pulso, recordar que el sentido de nuestra vida, no nos lo regalará la empresa, lo que sí demuestra, nuestra valía laboral es nuestra profesionalidad como empresarios, si pido por responsabilidad social, que paguemos nuestras deudas, para no contagiar a otros y para no hacer daño a los nuestros, no nos endeudemos, si no tenemos capacidad económica para adaptarnos a esta realidad actual, porque viene para quedarse, que no os engañen, la crisis económica es mundial.
Escribiendo esto, realizo mi propia terapia y decido ponerme en marcha, tengo que comprarme un reloj nuevo, éste lo guardaré con mucho amor, lloro mientras os escribo, por el duelo que siento por su pérdida, pero tengo que asumirlo, necesito otro reloj distinto, éste ya no va a volver a funcionar, es una reliquia, hermosa, fuerte, hecha de un material incorruptible que será difícil sustituir, pero tengo la gran suerte, de tener una gran capacidad de aprendizaje y me gusta la aventura, así que me pondré de nuevo mi mochila, e iré a ver relojes por internet, valoraré que me puede ofrecer el mercado digital , que se adapte a mis valores, probaré, elegiré uno y empezaré junto a él, a rentabilizar mi tiempo otra vez.
Autora: Ángela Albaladejo.
AAB Psicólogos.